Él siempre tan fuerte que hasta daban ganas de quedarse abrazándolo toda la tarde bajo la torrencial lluvia que trajo el huracán.
Ella y sus ramas retorcidas que terminan en un despeinado balbuceo, descuidada y frágil.
Perfectos para estar uno junto al otro toda la vida.
Él está encargado de impedir a las malas vibras entrar o salir de la casa. Debido a su gran tamaño y centenaria sabiduría es el guardián del templo abandonado, lleno de vestuarios, escenografías y utilería que nunca más aparecerán en escena.
Ella como voz de la tierra está encargada de proveernos de dudas envueltas en rubíes pequeñitos. Todas las preguntas del mundo naciendo una y otra vez en cada una de sus redacciones posibles, siempre envasadas en una gota de sangre nueva y distinta.
Es natural que entrar a lugares sagrados tenga su nivel de dificultad, pero una vez adentro tu vida cambia para siempre, aun cuando no puedas regresar.
Nunca pensé que el amor pudiera echar raíces tan firmes.